sábado, 30 de noviembre de 2013

Mujer desnuda recostada

En el año 1959 Manolo Safont compaginaba su trabajo, dedicado fundamentalmente a la realización de obras de encargo de temática religiosa, una faceta necesaria por aquellas fechas para poder subsistir, con la realización de series de azulejos sueltos con motivos taurinos, o folklóricos, incluso pequeños bodegones o motivos frutales para decoración de cocinas, actividad esta última que llevaba a cabo para clientes mallorquines, con quienes había entrado en contacto a comienzos de la década de los años cincuenta, cuando realizaba el servicio militar en Palma de Mallorca.

Sin embargo por su cabeza bullían otras ideas, así como el deseo de orientar su pintura en otro sentido, distinto a lo que era la mera repetición o copia de estampas u otros modelos que poco o nada dejaban al libre ejercicio de la mente.

Y es precisamente en ese año 1959, en el que participó y ganó un primer premio de la Asociación "El Micalet" de Valencia, con una composición sobre la Virgen María y el Niño, de corte moderno para lo que era la época, en donde las imágenes presentaban unas formas muy esquematizadas, de corte geometrizante; cuando también decide llevar a cabo una obra mucho más atrevida, en todos los sentidos.

Se trataba de la representación de una figura humana, femenina, desnuda, algo poco o nada frecuente, en los talleres cerámicos de la Onda de la época, hecha con trazos simples, gruesos, poco definidos, y un único color, el rojo, que será tan característica pocos años después, si bien con otros matices, y un fondo no menos fuerte, con predominio de verde, morado, amarillo y azul oscuro, mezclado con gruesas pinceladas en negro.

Un definitiva, una recreación de las antiguas imágenes de Venus desnuda, tal como ha sido tan frecuente desde la antigüedad, pero desde una perspectiva del siglo XX, con influencias de algunos de los grandes pintores de la época, y seguramente inspirado en algunos dibujos y grabados de Picasso, por quien tanta admiración sentía, como dejó constancia en algunos de sus escritos conservados actualmente.

El cuadro es muy interesante. Pintado sobre azulejos de 10 x 10 cms., tiene una enorme fuerza y demuestra la seguridad que tenía en esos momentos Manolo Safont a la hora de dibujar. Atrás habían quedado los años de aprendizaje, como queda patente en alguno de los dibujos a lápiz conservados de 1957-58, y con estos experimentos trata de abrir paso hacia otras formas de expresión, que aún tardarán unos pocos años más en manifestarse, a mediados de los años sesenta.







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